Ideas en el PSOE; desde su tradición socialista a la Tercera Vía y la "democracia participativa"/1
Lo primero que destaca al ocuparse del socialismo –ideología en que se enmarca el PSOE- es el número y diversidad de sus contenidos; se han recopilado más de un centenar de posibles definiciones –muchas de ellas tan ambiguas como incompatibles entre sí- hasta tal punto que no faltan los que prefieren emplear este término siempre en plural y hablan de “los socialismos”, para indicar que con el mismo vocablo se hace referencia a entidades con muy poca o ninguna relación entre sí.
Todas las formas de socialismo comprenden tres ingredientes básicos: una crítica, una alternativa y una teoría de la transición; es decir, ponen de manifiesto los defectos de una sociedad, sugieren acuerdos para perfeccionarlos, e indican de qué forma pueden conseguirse dichas mejoras. En cuanto a la crítica, invariablemente existe un fundamento bajo la forma de algún tipo de igualitarismo. El capitalismo, que históricamente ha sido el principal punto de mira del socialismo, suele considerarse básicamente como una sociedad desequilibrada, que concentra la riqueza y el poder en manos de una minoría y condena a la gran mayoría a la pobreza relativa o absoluta y a la impotencia. Los socialistas hacen hincapié en las diferencias inaceptables de oportunidades que existen en la sociedad. Estas tesis han sido criticadas ya que la igualdad completa es inalcanzable y la propia naturaleza del hombre, que busca más poder y tiende a la desigualdad.
Un segundo rasgo común es la crítica de las sociedades que socavan o ahogan la sociabilidad y la cooperación. Así, por ejemplo, se critica al capitalismo porque tiende a crear personalidades aisladas, egoístas; porque muestra muy poco interés por los demás, a la mayor parte de los cuales se les considera o bien poco importantes para la propia esfera “privada” y, por consiguiente, no merecedores de que se les dedique una atención digna de tal nombre, o bien como competidores, es decir, como una amenaza. Los socialistas concuerdan con lo que decía John Donne (1572-1631): Ningún hombre es en sí mismo una isla totalmente desconectada; todo ser humano es parte del continente, una sección de lo principal; […] la muerte de cualquier hombre me disminuye a mí, porque yo formo parte de la humanidad; no, amigo, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.
En tercer lugar, los socialistas tienen una concepción de la libertad que les hace extremadamente críticos hacia muchas de las formulaciones convencionales. Destacan, por ejemplo, la clásica definición liberal, contradictoria y un tanto frívola, de la libertad como ausencia de restricciones. Es contradictoria porque la libertad del mercado “libre” socava la libertad contenida formalmente en los derechos sociales y políticos; el mercado origina pobreza y las personas pobres no pueden ser auténticamente libres. Por ejemplo, K. Marx (1818-1883) alude de este modo a la libertad de las sociedades capitalistas: la aceptación práctica del derecho del hombre a la libertad es el derecho del hombre a la propiedad privada […]. El derecho del hombre a la propiedad privada es, por consiguiente, el derecho a disponer de ella a su entera discreción […]sin consideración a los demás hombres, independientemente de la sociedad, es el derecho al interés propio.[1] El tratamiento que se concede a la propiedad resulta así el rasgo esencial que diferencia el socialismo del liberalismo, provenientes ambos de la misma tradición racionalista y humanista que se configura en la Ilustración. El socialismo entronca con la vieja idea, que Rousseau había actualizado a mitad del siglo XVIII, de que la introducción y ulterior desarrollo de la propiedad es la causa de una desigualdad creciente en las sociedades (Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad, 1755).
Debido a que el origen del socialismo se encuentra en aquel período, lleno de dudas e interrogantes, de los siglos XVII y XVIII, cuya evidencia más gráfica la hallamos en la Ilustración y en la Revolución Francesa (1789), los socialistas creen en la razón y, por consiguiente, se sienten capaces de sugerir alternativas. Creen que el pueblo puede diferenciar la verdad del error, y también es capaz de elaborar una alternativa racional ante una realidad insatisfactoria (y, por tanto, irracional). Para los socialistas el oscurantismo de la superstición y la ignorancia iba a retroceder frente a la luz de la mente racional; todas las relaciones sociales se iban a llevar ante el tribunal de la razón y a sustituirlas en caso de hallarlas deficientes. “La verdadera ciencia política es la ciencia no de lo que es, sino de lo que debería ser”, escribía Sieyès en 1772. Los valores fundamentales del socialismo se reflejan en las numerosas y diversas alternativas que se sugieren: por ejemplo, la redistribución de la riqueza para superar la desigualdad; la producción cooperativa a fin de vencer la competitividad antisocial; y nuevas pautas laborales y educativas al objeto de promover el desarrollo de la individualidad libre.
El socialismo ha buscado una renovación en sus planteamientos debido a los nuevos desafíos ante los que se encuentra la sociedad de hoy día. Esta idea de renovación del socialismo se basa en una corriente surgida paralela a la del “socialismo real” encarnado en la Unión Soviética (1945-1991), que fracasó estrepitosamente tras su caída. Esta corriente postula que la cuestión esencial para acabar con la desigualdad no es la de la propiedad, ya que con el socialismo real quedó de manifiesto que su supresión hizo que se esclavizara aún más al ser humano, sino la democracia. Viene a ser el socialismo democrático que defiende que el pilar básico para luchar con los problemas en que se encuentra la sociedad es la democracia. Aunque ésta se puede encontrar en peligro hasta desaparecer ya sea por un orden social que ampare la propiedad privada como por uno que la elimine.
La democracia se contempla incorporando la unidad de libertad, igualdad y fraternidad, la solución radical al problema planteado en su día ya por Rousseau en su “Contrato Social” (1762): "El problema consiste en encontrar una forma de asociación que defina y proteja, con toda la fuerza comunitaria de que sea capaz, a las personas y los bienes de cada asociado y que, aunque se unan unos con otros, aún puedan obedecerse sólo a sí mismos y permanezcan tan libres como antes".
En esta línea se haya el primer partido socialista fundado en Europa, el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) en el 1869, de carácter reformista aunque también marxista, quien defendía entre otras cosas la separación entre Iglesia y Estado, el sufragio universal masculino, la sustitución del ejército imperial por una milicia popular, la abolición del trabajo infantil y el establecimiento de una jornada normal de trabajo, el desarrollo de un modelo fiscal progresivo y el respaldo estatal al cooperativismo. De este modo el PSOE, en la línea del SPD, defiende el socialismo democrático tratando de dar respuesta a los nuevos desafíos de un mundo globalizado en el que, cada vez más, el mercado neoliberal copa todos los rincones. En palabras del propio Zapatero: “(…) no puede haber socialismo sin libertad, sin democracia.”
Esta corriente, conocida como la socialdemocracia, es una ideología política que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX del seno del marxismocreían que la transición a una sociedad socialista podía lograrse mejor mediante una evolución dentro de la democracia representativa que por una revolución o algún otro cambio profundo. Con anterioridad, se describía a los socialdemócratas como socialistas reformistas(dado que abogaban por el desarrollo del socialismo a través de reformas parlamentarias graduales) en contraste con los socialistas revolucionarios, que pretendían alcanzar el socialismo mediante una revolución obrera. A menudo se utilizan los términos "socialismo" o "socialista" en referencia a la socialdemocracia y los socialdemócratas, aunque el concepto "socialismo" es más amplio, ya que en diferentes países pueden incluir a socialistas democráticos, marxistas, comunistas y anarquistas.
Todas las formas de socialismo comprenden tres ingredientes básicos: una crítica, una alternativa y una teoría de la transición; es decir, ponen de manifiesto los defectos de una sociedad, sugieren acuerdos para perfeccionarlos, e indican de qué forma pueden conseguirse dichas mejoras. En cuanto a la crítica, invariablemente existe un fundamento bajo la forma de algún tipo de igualitarismo. El capitalismo, que históricamente ha sido el principal punto de mira del socialismo, suele considerarse básicamente como una sociedad desequilibrada, que concentra la riqueza y el poder en manos de una minoría y condena a la gran mayoría a la pobreza relativa o absoluta y a la impotencia. Los socialistas hacen hincapié en las diferencias inaceptables de oportunidades que existen en la sociedad. Estas tesis han sido criticadas ya que la igualdad completa es inalcanzable y la propia naturaleza del hombre, que busca más poder y tiende a la desigualdad.
Un segundo rasgo común es la crítica de las sociedades que socavan o ahogan la sociabilidad y la cooperación. Así, por ejemplo, se critica al capitalismo porque tiende a crear personalidades aisladas, egoístas; porque muestra muy poco interés por los demás, a la mayor parte de los cuales se les considera o bien poco importantes para la propia esfera “privada” y, por consiguiente, no merecedores de que se les dedique una atención digna de tal nombre, o bien como competidores, es decir, como una amenaza. Los socialistas concuerdan con lo que decía John Donne (1572-1631): Ningún hombre es en sí mismo una isla totalmente desconectada; todo ser humano es parte del continente, una sección de lo principal; […] la muerte de cualquier hombre me disminuye a mí, porque yo formo parte de la humanidad; no, amigo, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.
En tercer lugar, los socialistas tienen una concepción de la libertad que les hace extremadamente críticos hacia muchas de las formulaciones convencionales. Destacan, por ejemplo, la clásica definición liberal, contradictoria y un tanto frívola, de la libertad como ausencia de restricciones. Es contradictoria porque la libertad del mercado “libre” socava la libertad contenida formalmente en los derechos sociales y políticos; el mercado origina pobreza y las personas pobres no pueden ser auténticamente libres. Por ejemplo, K. Marx (1818-1883) alude de este modo a la libertad de las sociedades capitalistas: la aceptación práctica del derecho del hombre a la libertad es el derecho del hombre a la propiedad privada […]. El derecho del hombre a la propiedad privada es, por consiguiente, el derecho a disponer de ella a su entera discreción […]sin consideración a los demás hombres, independientemente de la sociedad, es el derecho al interés propio.[1] El tratamiento que se concede a la propiedad resulta así el rasgo esencial que diferencia el socialismo del liberalismo, provenientes ambos de la misma tradición racionalista y humanista que se configura en la Ilustración. El socialismo entronca con la vieja idea, que Rousseau había actualizado a mitad del siglo XVIII, de que la introducción y ulterior desarrollo de la propiedad es la causa de una desigualdad creciente en las sociedades (Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad, 1755).
Debido a que el origen del socialismo se encuentra en aquel período, lleno de dudas e interrogantes, de los siglos XVII y XVIII, cuya evidencia más gráfica la hallamos en la Ilustración y en la Revolución Francesa (1789), los socialistas creen en la razón y, por consiguiente, se sienten capaces de sugerir alternativas. Creen que el pueblo puede diferenciar la verdad del error, y también es capaz de elaborar una alternativa racional ante una realidad insatisfactoria (y, por tanto, irracional). Para los socialistas el oscurantismo de la superstición y la ignorancia iba a retroceder frente a la luz de la mente racional; todas las relaciones sociales se iban a llevar ante el tribunal de la razón y a sustituirlas en caso de hallarlas deficientes. “La verdadera ciencia política es la ciencia no de lo que es, sino de lo que debería ser”, escribía Sieyès en 1772. Los valores fundamentales del socialismo se reflejan en las numerosas y diversas alternativas que se sugieren: por ejemplo, la redistribución de la riqueza para superar la desigualdad; la producción cooperativa a fin de vencer la competitividad antisocial; y nuevas pautas laborales y educativas al objeto de promover el desarrollo de la individualidad libre.
El socialismo ha buscado una renovación en sus planteamientos debido a los nuevos desafíos ante los que se encuentra la sociedad de hoy día. Esta idea de renovación del socialismo se basa en una corriente surgida paralela a la del “socialismo real” encarnado en la Unión Soviética (1945-1991), que fracasó estrepitosamente tras su caída. Esta corriente postula que la cuestión esencial para acabar con la desigualdad no es la de la propiedad, ya que con el socialismo real quedó de manifiesto que su supresión hizo que se esclavizara aún más al ser humano, sino la democracia. Viene a ser el socialismo democrático que defiende que el pilar básico para luchar con los problemas en que se encuentra la sociedad es la democracia. Aunque ésta se puede encontrar en peligro hasta desaparecer ya sea por un orden social que ampare la propiedad privada como por uno que la elimine.
La democracia se contempla incorporando la unidad de libertad, igualdad y fraternidad, la solución radical al problema planteado en su día ya por Rousseau en su “Contrato Social” (1762): "El problema consiste en encontrar una forma de asociación que defina y proteja, con toda la fuerza comunitaria de que sea capaz, a las personas y los bienes de cada asociado y que, aunque se unan unos con otros, aún puedan obedecerse sólo a sí mismos y permanezcan tan libres como antes".
En esta línea se haya el primer partido socialista fundado en Europa, el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) en el 1869, de carácter reformista aunque también marxista, quien defendía entre otras cosas la separación entre Iglesia y Estado, el sufragio universal masculino, la sustitución del ejército imperial por una milicia popular, la abolición del trabajo infantil y el establecimiento de una jornada normal de trabajo, el desarrollo de un modelo fiscal progresivo y el respaldo estatal al cooperativismo. De este modo el PSOE, en la línea del SPD, defiende el socialismo democrático tratando de dar respuesta a los nuevos desafíos de un mundo globalizado en el que, cada vez más, el mercado neoliberal copa todos los rincones. En palabras del propio Zapatero: “(…) no puede haber socialismo sin libertad, sin democracia.”
Esta corriente, conocida como la socialdemocracia, es una ideología política que surgió a finales del siglo XIX y principios del XX del seno del marxismocreían que la transición a una sociedad socialista podía lograrse mejor mediante una evolución dentro de la democracia representativa que por una revolución o algún otro cambio profundo. Con anterioridad, se describía a los socialdemócratas como socialistas reformistas(dado que abogaban por el desarrollo del socialismo a través de reformas parlamentarias graduales) en contraste con los socialistas revolucionarios, que pretendían alcanzar el socialismo mediante una revolución obrera. A menudo se utilizan los términos "socialismo" o "socialista" en referencia a la socialdemocracia y los socialdemócratas, aunque el concepto "socialismo" es más amplio, ya que en diferentes países pueden incluir a socialistas democráticos, marxistas, comunistas y anarquistas.
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