domingo, 9 de septiembre de 2007

Carta en Libertad /4

Las palabras trazadas por la mano de un verdadero artista siempre quedarán en la memoria colectiva de la sociedad. Porque son capaces de representar lo eterno en el hombre. Lo más íntimo y a la vez universal. Lo más personal y también podemos encontrar en el resto de las personas. Los sentimientos más puros y a la vez oscuros. Porque su fuerza rompe con los grilletes de la razón escapándose a nuestro control y a la vez es lo que guardamos con mayor cuidado por miedo a que nos hagan daño.


Es lo que hace que seamos o dejemos de ser. Porque con cada decisión que tomamos somos alguien o dejamos de ser esa persona que hasta ese momento éramos para tomar otro camino. Ser libres significa ser conscientes, tener el control sobre cada opción que elegimos del abanico que la vida nos ofrece. Significa, al fin y al cabo, ser consecuentes con lo que hacemos. Los sentimientos son difíciles de aceptar, por ello también son difíciles de compartir. Pero cuando lo hacemos somos un poco más libres. Pues mostramos nuestra cara más humana y, por tanto, somos nosotros por fin. Tomamos conciencia de todo aquello que hay en nuestro interior y que conforma nuestra esencia. El amor nos hace libres. Sólo el miedo nos convierte en esclavos de la vida. En esclavos de nosotros mismos. Porque nos ata a nuestro pequeño mundo de inseguridades sin permitirnos descubrir el mundo que hay ahí fuera.

El mundo en que vivimos es tan frágil como la propia vida. Y en su fragilidad reside la complejidad por la que todos los días vemos cómo nuevos problemas surgen de la sombra de los anteriores. Donde intereses contrapuestos o situaciones difíciles dan la vuelta a todo lo que hemos conocido hasta ese momento. Nuestras peores pesadillas, por nuestros miedos ante todo, pueden llegar a hacerse realidad. Porque nos habremos vuelto locos y tomado las decisiones erróneas. Porque no habremos sabido ver más allá de lo que nuestros ojos nos permiten. Muchas veces la fe. La esperanza de poder tocar, aunque tan sólo sea rozar, la realidad de los hechos es lo que hace que nos acerquemos a nuestros sueños. Querer conocer hasta el último detalle de esa realidad tan compleja que se nos escapa de las manos es lo que nos permite poder “ver”, y por tanto, hacer. Sí, hacer. Construir un mundo mejor que el que nos han regalado nuestros padres.

No es sólo la vida en sí lo que nos hace sentir vivos. Sino la posibilidad de respirar. De que cada mañana al levantarnos inhalemos un poco de vida a través de la suave brisa que nos regala la luz del día. De que cada vez que nos dejemos acariciar por la lluvia nos sintamos un poco más libres. Un poco más fuertes de lo que en realidad, por mucho que no lo queramos reconocer, lo somos. Cada vez que abrimos una parte de nuestro corazón también abrimos una profunda grieta en la piedra que hemos construido durante largo tiempo para no sufrir. Porque al final, aunque seamos libres, somos tan débiles como el mundo que hay fuera de nosotros mismos. Por eso no podemos tomar decisiones con tanta facilidad. Tomar decisiones no es tarea fácil si no se quiere tener consecuencias inesperadas. Y eso es lo que, por desgracia, venimos viviendo hasta ahora en el mundo que hemos creado, querida Tierra.

Todo ha sido una gran mentira. Siempre necesitamos sentirnos atados a algo para poder estar seguros. Sentirnos protegidos del mundo ajeno a nosotros para controlarlo. Y aquellos que tenían el poder prefirieron mantener el engaño por miedo a un futuro incierto.

No somos perfectos y, por tanto, no tenemos la “verdad”. La “verdad” no está en una persona ni en una institución. La “verdad” está en todos, en el agua que baña la tierra de nuestro planeta y el fuego que la quema hasta consumirla. En la montaña más alta y el océano más profundo. Está en la realidad que con nuestros pequeños actos vamos modelando poco a poco. Por eso todo lo que tocamos debemos hacerlo con cariño, con cuidado. Para que el frágil cristal que mantiene nuestro mundo firme no se rompa en mil pedazos como las lágrimas que, cada vez que matamos un poco nuestro corazón, derramamos sin poder evitar. Porque algún día cuando dejemos fluir nuestros sentimientos más puros nuestro corazón volará con la fuerza de una tormenta y la pasión de un joven amante. No conoceremos la oscuridad. No caeremos en la locura de la perdición. Tan sólo veremos luz incluso en la sombra más terrible. Tan sólo sabremos levantarnos sonriendo cuando nos hundamos en el precipicio de la vida. Porque habremos aprendido que después de todo, somos humanos.

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jueves, 6 de septiembre de 2007

La Opinión Pública en Nuestra Sociedad

A lo largo de la historia el ser humano siempre ha sentido la necesidad de comunicarse con los demás. Desde que ha habido una relación de igual a igual, y también de una persona con un determinado status a otra con un status superior ha habido un intercambio de palabras, una necesidad de relacionarse con el "otro". De opiniones. Algo que nos ha hecho sentir que no estamos sólos en este mundo y que estamos conectados a los demás. Cuando se pasó de la comunicación privada entre dos personas a la comunicación pública donde la gente intercambiaba pareceres sobre temas de interés general (Estado) en un espacio común -en la antigua Grecia el "ágora"- podemos hablar de opinión pública. Esos ciudadanos libres -pues también había siervos que dependían de sus señores- se informaban, debatían e intercambiaban opiniones con total libertad.


Desde entonces hasta hoy los sistemas de comunicación han ido evolucionando según las diferentes etapas históricas por las que han pasado. Se ha pasado de sociedades estáticas como la Edad Media donde se transmitía el conocimiento, los valores, las costumbres de generación en generación a sociedades dinámicas como las actuales, donde predomina el componente racional -propaganda, arte de persuasión, moda...- caracterizadas por las nuevas tecnologías que permiten la información, y por tanto, la comunicación inmediata, junto con el desarrollo de las ciudades, y por tanto también, de la sociedad. Por lo que al volverse más complejas y especializadas- como la norteamericana con mayores comodidades como casa con jardín propio, coches...- las personas se han ido aislando más del resto de la sociedad. La opinión pública, según Luhman, vendría a ser la conciencia social efímera que permite mantener esa conexión entre los individuos que la sociedad moderna hace que se aíslen. No importa el tema que se trate en público sino la opinión pública en sí, el hecho de que las personas sigan unidas, en contacto. Que también intercambien conocimiento para enriquezerse.


Habermas considera que la opinión pública además de ser la suma de opiniones y actitudes individuales, como señala el positivismo -teoría basada en hechos concretos donde van a tener cabida técnicas de conocimiento de la opinión pública como las encuestas-, tiene también una dimensión ética, política y profesional. Asegura que a través de la opinión pública sabremos en qué tipo de sociedad nos encontramos. Dice que la opinión pública es la prueba de que no estamos en una sociedad democrática (teoría política). Para ello usa dos conceptos: público (las personas que dentro de la sociedad civil que se interesan por los asuntos públicos -Estado-) y espacio público.


A través del espacio público, nos dice Habermas, podemos ver qué sociedad es democrática y cuál no lo es. Por ello habla de dos tipos de espacios públicos en función del tipo de actuación que los ciudadanos puedan realizar en él.

- Primer caso: Cuando el espacio público se contempla como una estancia crítica de los ciudadanos y en comunicación racional con los representantes de las distintas instituciones con posibilidad real de debate público abierto y democrático se da la Opinión Pública ideal (el programa de "Tengo una pregunta para usted" es un intento de acercarse a este modelo, así como la idea de televisión pública del actual ejecutivo de Zapatero), por lo que estamos ante una sociedad verdaremente democrática (utopía. Revisión del concepto de opinión pública del liberalismo).

- Segundo caso: Si el espacio público se contempla como una instancia receptiva de los ciudadanos aislados y particularizados, sin posibilidad real de comunicación con los instalados en la notoriedad pública y donde además los miembros de la notoriedad pública sólo utilizan una divulgación manipulativa de los mensajes. Entonces nos encontramos con la Opinión Pública manipulada y, por tanto, no estamos ante un estado/sociedad verdaderamente democrática (Revisión del marxismo).

Para Habermas los medios de comunicación de masas hacen algo negativo: hacen que pasemos de la comunicación pública a la comunicación masiva.

Hay una serie de elementos implicados en el proceso de formación de la Opinión Pública:

1. Los medios de comunicación de masas que dirigen, orientan y controlan la Opinión Pública. Nos expresamos por medio de ellos y nos hacen llegar también los temas.
2. Temas públicos controvertidos, de interés, que capten nuestra atención.
3. El público, gente, sobre todo grupos y líderes que, desde sus redes de comunicación y en defensa de sus objetivos van a dirigir la Opinión Pública.

4. Las opiniones y actitudes individuales son propias de cada persona y luego pueden o no coincidir con otras.

5. El clima de opinión que guarde relación con las opiniones y costumbres colectivas y que condicione el debate.

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