Carta en libertad/1
Bajo lágrimas de dolor mis manos van dibujando una carta a ti, mundo mío. Hogar que me permites vivir. Y a ti, humanidad, que has tenido que derramar la sangre de millones de inocentes para darte cuenta de lo importante que es la libertad, la democracia. Gracias a la lucha de mis antepasados hoy puedo decir que soy libre, que puedo ser yo sin máscaras que oculten mi corazón, sin barreras que me impidan manifestar lo que siento. No sólo se manifiesta uno desde la calle por un sueño, por un mundo mejor, sino también desde el corazón todos los días por seguir luchando por aquello que le importa. El miedo es la mejor arma de los que quieren arrebatarnos una parcela de nuestra libertad para ganarse ellos una de poder. El diálogo es la mejor arma de aquellos que tienen unos ideales y creen en un mundo mejor. Porque es posible. Porque querer es poder y nosotros podemos.
Durante siglos los pueblos bajo tu silenciosa mirada, mi querida Tierra, se han levantado bajo el clamor de la libertad y el derramamiento de sangre innecesario. No hay guerra que haya sido positiva, ni muerte que haya valido la pena. Sólo debe existir una guerra; la de la palabra. Y una meta; un mundo en paz y libertad. El ruido de las armas evita poder escuchar la poesía de las convicciones que poco a poco se conforman en lo más profundo de nuestro corazón. El dolor impide volar más alto que las olas imponentes que nos arrastran inevitablemente al fondo de nuestra existencia. Al abismo del odio. La ignorancia reside en la oscuridad que oculta la luz de nuestro corazón. El saber es aquel que, desde la humildad ante la inmensa grandeza de la humanidad, sabe aceptar al prójimo y hacer suyas sus ideas, sus sentimientos. Es saber compartir nuestro mundo y ayudar a que pueda ser mejor bajo el manto de la paz y la justicia.
La bandera que se iza en la tierra del liberalismo es la de la libertad, porque la libertad nos hace felices. Y la bandera que se iza en mi tierra, la del socialismo, es la de la igualdad, porque la igualdad hace que nuestro mundo sea justo y, por tanto, que también esté en paz. Pero al final todos andamos bajo un mismo cielo, en un mismo hogar; la Tierra. La tierra es aquella que sentimos como más nuestra, aquella que sentimos que ocupa un lugar especial en nuestro corazón. Pero en cambio la Tierra es aquella que nos acoge a todos bajo un mismo corazón, bajo un mismo latir. La música que escuchamos es la misma. El aire que respiramos es el mismo. Lo único que cambia es la mirada con que juzgamos nuestro mundo. ¿Tan grande es el abismo que nos separa a unos de otros? ¿Tanto es lo que debemos andar que preferimos sentarnos bajo nuestro árbol para ser sólo desde él el lugar donde queramos ver “al otro”?
Largas noches me he preguntado sobre la razón de mi ser. No he hallado respuesta alguna. Tal vez la razón de mi ser la configure yo día a día luchando porque mi corazón lata con la misma pasión que latía cuando despertó en la vida, en la conciencia del mundo en que vivo. Por esa pasión que me empuja a sentir, a querer que mi mundo, este desdichado mundo que me toca vivirlo aquí y ahora, sea cada día un poco mejor. Pero se que he de empezar a mejorar mi mundo mejorando la vida de los que me rodean. Sólo así podré saber si soy capaz de luchar por mis ideales, si seré capaz de luchar por un mundo mejor. El mundo es perezoso en los cambios, y por tanto, es necesario ser valiente y superar los miedos para combatir por ese “sueño”. Porque los héroes son los que desde la vida cotidiana ponen en peligro incluso su vida para salvar a los suyos, para hacer un poco mejor, al fin y al cabo, nuestra existencia.
Una voz a lo lejos me llama. Como un susurro que retumba en mi corazón con fuerza. Es el amor que clama por el dolor que se infringe día a día en el mundo sin razón alguna. Sin fundamento alguno que se rija por aquellos valores que nos hacen un poco más humanos, y por tanto, un poco más cercanos al prójimo. Libertad, justicia, igualdad, respeto… Valores que pueden agotarse bajo la fría noche de la superficialidad y que, sin embargo, quien disfruta de sus noches de locura desenfrenada y de su libertad no es consciente de qué hay tras su vida. Tras su “realidad” construida bajo las manos sudorosas de tanta gente que creía en un mundo como el que ahora podemos disfrutar. Bajo unas manos como las mías que te escriben a ti, Tierra mía, y a ti, humanidad, en libertad.
Durante siglos los pueblos bajo tu silenciosa mirada, mi querida Tierra, se han levantado bajo el clamor de la libertad y el derramamiento de sangre innecesario. No hay guerra que haya sido positiva, ni muerte que haya valido la pena. Sólo debe existir una guerra; la de la palabra. Y una meta; un mundo en paz y libertad. El ruido de las armas evita poder escuchar la poesía de las convicciones que poco a poco se conforman en lo más profundo de nuestro corazón. El dolor impide volar más alto que las olas imponentes que nos arrastran inevitablemente al fondo de nuestra existencia. Al abismo del odio. La ignorancia reside en la oscuridad que oculta la luz de nuestro corazón. El saber es aquel que, desde la humildad ante la inmensa grandeza de la humanidad, sabe aceptar al prójimo y hacer suyas sus ideas, sus sentimientos. Es saber compartir nuestro mundo y ayudar a que pueda ser mejor bajo el manto de la paz y la justicia.
La bandera que se iza en la tierra del liberalismo es la de la libertad, porque la libertad nos hace felices. Y la bandera que se iza en mi tierra, la del socialismo, es la de la igualdad, porque la igualdad hace que nuestro mundo sea justo y, por tanto, que también esté en paz. Pero al final todos andamos bajo un mismo cielo, en un mismo hogar; la Tierra. La tierra es aquella que sentimos como más nuestra, aquella que sentimos que ocupa un lugar especial en nuestro corazón. Pero en cambio la Tierra es aquella que nos acoge a todos bajo un mismo corazón, bajo un mismo latir. La música que escuchamos es la misma. El aire que respiramos es el mismo. Lo único que cambia es la mirada con que juzgamos nuestro mundo. ¿Tan grande es el abismo que nos separa a unos de otros? ¿Tanto es lo que debemos andar que preferimos sentarnos bajo nuestro árbol para ser sólo desde él el lugar donde queramos ver “al otro”?
Largas noches me he preguntado sobre la razón de mi ser. No he hallado respuesta alguna. Tal vez la razón de mi ser la configure yo día a día luchando porque mi corazón lata con la misma pasión que latía cuando despertó en la vida, en la conciencia del mundo en que vivo. Por esa pasión que me empuja a sentir, a querer que mi mundo, este desdichado mundo que me toca vivirlo aquí y ahora, sea cada día un poco mejor. Pero se que he de empezar a mejorar mi mundo mejorando la vida de los que me rodean. Sólo así podré saber si soy capaz de luchar por mis ideales, si seré capaz de luchar por un mundo mejor. El mundo es perezoso en los cambios, y por tanto, es necesario ser valiente y superar los miedos para combatir por ese “sueño”. Porque los héroes son los que desde la vida cotidiana ponen en peligro incluso su vida para salvar a los suyos, para hacer un poco mejor, al fin y al cabo, nuestra existencia.
Una voz a lo lejos me llama. Como un susurro que retumba en mi corazón con fuerza. Es el amor que clama por el dolor que se infringe día a día en el mundo sin razón alguna. Sin fundamento alguno que se rija por aquellos valores que nos hacen un poco más humanos, y por tanto, un poco más cercanos al prójimo. Libertad, justicia, igualdad, respeto… Valores que pueden agotarse bajo la fría noche de la superficialidad y que, sin embargo, quien disfruta de sus noches de locura desenfrenada y de su libertad no es consciente de qué hay tras su vida. Tras su “realidad” construida bajo las manos sudorosas de tanta gente que creía en un mundo como el que ahora podemos disfrutar. Bajo unas manos como las mías que te escriben a ti, Tierra mía, y a ti, humanidad, en libertad.
2 comentarios:
Por dios a quien le escribes todas estas cosas???
Gracias por pasarte por mi blog¡¡
Juanan
Holaa!!
que bonitoo Luiss, miralo que escritor, por cierto muy interesante el articulo sobre las subidas del salario minimo interprofesional.
un besito
Fertxu
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